Querid@s lectores de imagenes: seguimos engañando el ojo.
Cuántas veces los ojos nos han engañado o hemos sido engañados através de ellos, espejos de nuestras almas según dicen.
El ojo humano es altamente impresionable: uno puede ver esto o aquello, o tal vez quiera ver esto y no aquello.
En la corta historia que tenemos como lectores de imágenes, digo corta si comparamos por ejemplo la lectura cinematográfica de la lectura de textos, hemos sido engañados y aceptamos gustosos el engaño que nos propone la distensión del cine.
El cine propone una lectura rápida de imagenes, se calculan unas 24 por minuto como mínimo, y nuestros ojos van y vienen en la pantalla intentando ver todo y muchas veces vemos nada.
La verdad que el cine es un arte que emerge y no podemos negarle la seducción: soy cinéfala así que no voy a negar la atracción de este arte sobre mi ojo.
Lo que sí deberíamos recordar al momento de mirar cine, y otras formas de secuencias de imágenes, es el uso que hace quien la produce, de su poder. Así también fueron usados algunos grandes pintores, escritores, escultores. Hoy se usa el cine como elemento de poder: social, cultural y económico.
Nuestros ojos se extasían en la pantalla y nuestro cerebro absorve sin sentir millones de lenguajes subyacentes y subliminales en cada película, en cada comercial televisivo. Y así como los buenos lectores han aprendido a hacer una lectura dada a llamar inter lineal, sería bueno acostumbrar el ojo a hacer lo propio con las imágenes que ciertos señores todopoderosos colocan en muchísimas películas, series, teleteatros y publicidad, nombrando sólo algunas formas modernas del poder de la imagen y el engaño al ojo humano.
Hay que leer imágenes todo el tiempo en este mundo tan dibujado y fotografiado, pues no nos queda otro camino que aprender rápidamente a leer bien.
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