En navidad siempre me regalan libros, es a pedido mio porque en verano puedo distenderme y leer lo que realmente me gusta. En estos años he seguido al sesudo autor portugués don José Saramago. Creo haber contado que cuando un autor me gusta suelo enamorarme perdidamente como una adolescente y compro uno tras otro sus libros.
Desde Todos los nombres, Saramago me tiene impresionada. No es de fácil lectura, tiene un estilo muy particular, tiene una ironía finísima y un despliegue de recursos estilísticos que habrá que enumerar algún día. No soy critica literaria, dios me libre, soy una lectora ingenua que lee sin parar autores que va conociendo.
Saramago como Gardel: cada día escribe mejor. El año pasado, también para navidad, leí El viaje del elefante y ahora acabo de leer Caín. Y el asombro no deja de llegar, este señor que ya tiene 86 años, cada día escribe mejor. Como Gardel.
El libro de Caín, es una suerte de fineza a la ironía de dios y los hombres, un conjuro apasionado por momentos de enfrentamientos filosóficos y reveldes, una pelea válida y constructiva del por qué de muchas interrogantes.
Lo que muchas veces me ha ocurrido con este autor me sucedió nuevamente: me encontré riendo a carcajadas gran parte del libro. Eso me había pasado con Ensayo sobre la lucidez, que sigue a Ensayo sobre la ceguera, y me preguntaba si era válido reír con un autor como este señor Saramago. Después leí la Balsa de Piedra, Las intermitencias de la muerte y El viaje del elefante y comprendí que Saramago se ríe mucho cuando escribe y claro, su humor raya en la fineza sarcástica e irónica con precisión y alevosía, pero se ríe sí, sin dudas.
También descubrí que uno de los personajes es él sin dudas, en Ensayo sobre la ceguera por ejemplo, él es la mujer del médico. En el viaje del elefante en cambio es el domador del elefante, en Caín, es caín sin dudas. Hay un Saramago escondido dentro de cada historia y repite un poco lo que su en vida debe de haber sido punto de cuestionamiento: la verdad de dios y los hombres, la violencia, la idiotez humana, la maldad, la vida, la muerte, en fin, hay un diálogo interior en cada libro que el escritor se lo plantea con mucha honradez y uno entiende que se lo está cuestionando y contestando a sí mismo. Eso hace que muchas veces se ría de sí y al hacerlo se ríe del mundo y sus perfiles humanos.
Para los que tienen tiempo de leer en verano les recomiendo Caín y sus verdades. Un libro para sonreír, reírse y cuestionar.
Repito que este señor, cada día escribe mejor...nuestro mago, Gardel, canta mejor a medida que su recuerdo nos gana, el escritor portugués por suerte, aún está vivito y coleando mientras se pelea con dios y sus razonamientos.
Este blog agrupa a personas que han descubierto que la comunicación no es necesariamente oral y/escrita, y han decidido utilizar este espacio para dar rienda suelta a su imaginación
martes, 5 de enero de 2010
domingo, 3 de enero de 2010
Para comenzar el año:¿ qué pasó con las fiestas familiares?
Me reintegro luego de una ausencia prolongada: finales de año, mucho trabajo y otro sinfin de excusas que puedo utilizar, que son reales, pero que de todos modos, me hicieron abandonar mis blogs.
Estoy deseando que el nuevo año no me pille tan ocupada y pueda realmente establecer un contacto permanente. Ya que estamos al comienzo de éste y ansío lo mejor para cada uno de los habitantes de nuestro amado, confundido, contaminado, hermoso planeta, me estaba preguntando qué sucedió realmente con las tradicionales fiestas familiares de antaño.
En riesgo de que todo se pierde, todo se transforma y todo cambia, me gustaría contarles que: las fiestas cuando yo era pequeña eran realmente fiestas de familia. Solíamos reunirnos todos, los que nos veíamos a diario, los que no nos veíamos casi nunca, los que habían estado resentidos y los que tenían un pariente muerto. Todos era todos. En navidad se cocinaba mucho: mujeres y hombres. Todo era absolumante casero salvo los confites y turrones. Incluso la sidra muchas veces era casera y los niños tomábamos de ella sin temores de los adultos. Las mujeres tenían prontos los pan dulce y los budines, más un sin fin de ensaladas y sanwiches varios para empezar. Los hombres se ocupaban del asado. Se comía como si fuera más que nada una forma de unión. Papá Noel o Santa Claus no existía: nosotros celebrábamos el nacimiento de Jesús, los niños estábamos encagados de armar un árbol natural y un gran pesebre donde se encendían las velas a las 12 de la noche y ahí sí, aparecían los regalos que nos hacíamos. En general no eran regalos caros sino simples atenciones con papelitos recordatorios o afectivos de mensajes en cada paquete. Los niños distribuíamos esos regalos dejando así para el final los nuestros propios donde casi siempre se encontraba algún juguete o un adorno especial, un libro, un disco, y cosas propias de la edad, también encontrábamos cartitas de las tías o las madres que nos mandaban con los regalos.
La fiesta de año nuevo comenzaba el 31 muy temprano, casi diría a mediodía en nuestro caso porque papá argumentaba, con una razón que hoy se la otorgo, que había que festejar que se podía llegar a terminar un año, que el otro quién sabe. Así que imaginemos que la comida comenzaba muy temprano, al almuerzo ya había carnes varias, luego en la cena, nuevamente estábamos todos. Los mismos más algún agregado que en navidad no había podido asistir.
Recuerdo que el mes de diciembre era un mes de mucha cocina: se comenzaba en los primeros días del mes a organizar y elevar pan dulce. Provengo claro de una familia de emigrantes itálicos así que los menús, salvo en lo cárnico, era muy europeo.
La única noche de los niños era la de Reyes y nadie se quedaba levantado: todos salíamos al otro día a la vereda a mostrar nuestros juguetes.
Hoy, mirando en la distancia, no dejo de asombrarme cada año por la infinidad de familias que llamándose cristinas han caído en la tentación del sistema: puede más la imagen de papa Noel o Santa, que la del verdadero festejo que es el nacimiento de su dios. Puede más el sistema de consumo y se gasta más de lo posible para el bolsillo y las posibilidades, puede más el sistema de comidas compradas que las elaboradas en familia. La sociedad de consumo te gana siempre: si te mantenés al margen quedas absolutamente relegado y si no te plegas, sos una persona rara de la cual mejor escapar porque seguro, estás algo chiflado.
La familia ha cambiado sin dudas aquellos grande familiones hoy son imposible de juntar, tampoco se hace real esfuerzo porque en realidad hay infinitas posibilidades muy tentadoras. Además los más jóvenes pasado el brindis familiar deben de ir a bailar y emborracharse a las discotecas, perdón, a los boliches.
En realidad no pretendía criticar, cada núcleo social se va acomodando, se va ajustando a las reglas y somos seres sociales y vamos copiando. Lo único que quería marcar es que cada año que tengo la oportunidad de vivir veo las enormes sumas de dinero que cada familia debe de gastar en pro de una celebración que poco tiene de rito tradicional y sí de consumo masivo.
De todos modos no puedo dejar el blog sin desearles un buen año: consuman menos y vivan más, son mis deseos para el 2010.
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