jueves, 7 de octubre de 2010

LA CREATIVIDAD DE LA ESCUELA DE CINE DODECÁ UNA REALIZACIÓN PARA APOYAR Y APLAUDIR



Nunca menciono en este blog aspectos familiares, porque soy consciente de que tiene objetivos diferentes a los de la memoria. Sin embargo, en este caso lo hago como una breve introducción al tema que voy a tratar.
Un viejo dicho dice que “A quien Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos”. En realidad, yo no he sentido jamás que el hecho de ser tía haya sido-para mí- una condenación satánica.
En especial el sobrino de la foto, Matías Rey Segovia,- uno de mis predilectos- me da muchas alegrías. Siempre supe que este varoncito venía con un caudal de virtudes para desparramar por el mundo. Desde pequeñín buscó realizar lo que le gustaba. En esta foto escolar, quizás ya se prefiguraba su futuro manipulando una cámara filmadora. Las vueltas del destino lo llevaron a ser un integrante más de una familia cinéfila, -porque de eso se trata la escuela de cine Dodecá- que lo guía y lo impulsa por caminos creativos.
Esta familia cinéfila, los Ventura, está encabezada por Alejandro y Cristina, en su rol de padres y guías de toda la “pichonada”. Santiago, Matías y Javier son los “hijos de la sangre”.A ellos se les han unido todos los que integran la comunidad Dodecá, que cada vez son más. El proyecto –que podría haber sido considerado como utópico en sus inicios-es hacer cine para ver, cine para sentir, cine para pensar. Los temas que tratan-elegidos por los propios talleristas- son de profundo impacto social. Una prueba de ello es el cortometraje “Ya pasó todo”; donde abordaron la muy urticante temática del aborto adolescente. Con una solidaria visión socio-cognitivo constructivista, todos aprenden haciendo. ¡Cine para sensibilizar en Uruguay!
El medio-metraje “Hasta que salga el sol”, es otra prueba fehaciente de la labor de la escuela de cine Dodecá. Es el primero que realizan y el esfuerzo es encomiable; con mucha alma y poca plata. El equipo se busca-pesito a pesito- los apoyos económicos para cada producción. Las instituciones apoyan un proyecto u otro. Los actores profesionales cobran lo mínimo- que es otra manera de dar apoyo- y el equipo Dodecá hace el cine que siente que quiere hacer.
El tema de “Hasta que salga el sol” está tratado con una delicadeza inusual. Ha sido elegido con cuidado y se desliza maravillosamente por la pantalla. Vemos a una profesional preparándose para una entrevista con un periodista. Hay insistencias en las tomas, en los ángulos, en las posibilidades de la luz… El tema que se trata en la entrevista es el abuso infantil. ¿Cómo se puede saber si un niño miente? ¿Cómo se asegura que no se trate de una fantasía lo que cuenta? ¿Dónde están los límites entre la realidad y la ficción? Al irse el periodista, la profesional toma una carpeta que lleva el nombre de Maite. Se detiene en un dibujo y lo observa. En otro espacio, un barrio jardín, una preciosa niña de diez años llamada Maite dibuja en su cuarto. Los espectadores vemos su dibujo: un jardín con un banco típico de madera,-el mismo del comienzo del filme- En el taller la hermana mayor de Maite hace esculturas. En la misma casa, está el abuelo de ambas. ¿El tema? Los espectadores recordamos la conversación de la profesional con el periodista.
Los integrantes del equipo Dodecá, investigaron y crearon todo, desde el guión hasta los últimos detalles, sin descuidar y sin dejar nada librado al azar. Consiguieron un producto delicado al máximo y por eso, logran que el espectador sensible salga disimulando las lágrimas de los ojos.

No es cine comercial; lo afirmé desde el principio: es cine para ver, cine para sentir, cine para pensar. El equipo Dodecá realizó una soberbia “docu-ficción”.
Hay que apoyar este tipo de emprendimientos creativos “hasta que salga el sol”, es decir hasta que la luz nos vuelva a iluminar. La familia Dodecá se lo merece. Cuando se exhiba la película, no dejen de ir a verla. Verán que tiene todo lo que les digo, y me perdonarán que haya comenzado esta nota como una tía babosa.

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Enrique Medina