"Porque ninguna lágrima rescata nunca el mundo que se pierde ni el sueño que se desvanece"
Juana de Ibarbourou, Juana Fernández, Juana de América...
Ardiente, tierna, vital, ensoñadora, fresca, salvaje, exquisita, enamorada de la vida, humilde y orgullosa, sensible y agresiva, alegre y nostálgica, sensual y romántica, recatada y transgresora, tímida y audaz, Juana encarna un prototipo de mujer por excelencia que deja huellas por donde camina.
Nacida en Melo en los últimos años del siglo XIX (unos fechan su nacimiento en 1892, otros en 1895) su Cerro Largo natal la modeló tan agreste como él, con barro de horizontes amplios, cielos límpidos y pampas infinitas pero también la tiñó con sus frescas auroras y lánguidos amaneceres, le dio el trino de sus pájaros y el susurro de las hojas en simbiosis con el fragor de las tormentas desatadas en aquellos casi desolados pagos tan lejanos al fru frú de la citadina Montevideo.
Su alma se templó recitando versos debajo de un parral con el eco de las caballadas de Aparicio llamando a revolución; tal vez su espíritu se impregnó de la bizarra rebeldía saravista en las tertulias hogareñas cuando el caudillo visitaba a la familia, tal vez el destino quiso a un padrino de lanza en ristre darle una ahijada de pluma exquisita y comprometida con su género, como él lo estuvo con la causa de los derechos cívicos de su pueblo...
Rescaté para compartir uno de sus poemas que a mi juicio la retrata en toda su dimensión femenina y poética
LA HORA
Tómame ahora que aun es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.
Tómame ahora que aun es sombría
esta taciturna cabellera mía.
Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.
Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.
Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.
Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso mas tarde tendré!
Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.
¡Tómame ahora que aun es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!
Hoy, y no màs tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.
Hoy, y no mañana. ¡Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?
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