El 28 de abril se cumplió un año de la desaparición física de Idea Vilariño. Con ese nombre estupendo que le supo elegir su padre, Idea anduvo por el mundo con la poesía como su segunda piel. A veces, dejaba la primera en carne viva para llevar la segunda a límites insospechados. Fue una mujer hermosa, que supo cantar al erotismo con un sentido transgresor que no siempre fue apreciado en su magnificencia.
Tuvo una relación atormentada con Juan Carlos Onetti; ningún ser sensible puede permanecer indiferente a los versos donde se sienten las heridas abiertas de ese doloroso amor.
Nunca hice el “tradicional análisis poético” en clase. Nunca “dividí” su poesía en “etapas”. Hubiera sido una insensatez. Su poesía es para leer y sentir. Y si es posible, permanecer en el fecundo silencio que surge desde el vinculante sentimiento de empatía que produce.
¿Qué persona sensible no derramó alguna lágrima cuando leyó el poema “Ya no”?
Elegí estas palabras de Juan Gelman-otro poeta para leer y sentir-por su extraordinario acierto.
“La poesía de Idea Vilariño es única en la lengua castellana por su temblor austero. Y mucho más.
Hay quienes la dividen en etapas, pero su voz desde el inicio ha convocado a la memoria y a la esperanza. Insiste en el arte de no dejarse morir, ese vértigo que sabe que va a morir.
Ha vagado por los arrabales en ruinas del amor para encontrarlo en cada piedra. ¿Con qué comparar esa lealtad a lo que se sabe y no se puede negar?
Su poesía nos deja entrar, pero no salir. No hay trucos ni espejismos, hay espejos. Hace la memoria de mañana y funda un destino en la lengua. No informa, encuentra y logra que el otro participe en el encuentro. Internarse en ella es como tocar en vez de oír o ver “las materias desgarrantes”. Más que comunicación, hay comunión. El otro descubre en ella un espacio ignorado de sí mismo, ya bautizado para siempre con las palabras de Idea que lo develaron.
Despierta lo que dormía en cada quien, le abre tierras que no sabía que tenía y por eso no sabía tener. Las inunda empujada por un hambre feroz e inexplicable en movimiento perpetuo. Es decir, tiene confianza en avenidas posibles de infinito.
Buscar lo que ha muerto para que no se muera es una ética de la memoria. Es la ética de la poesía. Es la estética de una escritura impecable que emociona y “hace brotar la fuente de la roca”, como quería Reverdy. Una escritura que sueña y por eso está perfectamente despierta.”
Sintamos juntos en la voz de Idea, “Estoy tan triste”. Una pequeña joya breve y concisa que “hace brotar la fuente de la roca”.
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