viernes, 11 de junio de 2010

¿El fútbol es una pasión?

Mi querida compañera bloguera dejó esta pregunta pendiente en su intervención: ¿Por qué despierta tanta pasión el fútbol?

Y yo también planteo un cuestionamiento para empezar: ¿el fútbol es una pasión? Contesto de inmediato que sí. Es una pasión, porque la concebimos como un sentimiento incontenible que rebasa todos los elementos racionales y que produce alegría, tristeza y también-lamentablemente- muchas reacciones violentas. El fútbol es una especie de religión.
Hay varias versiones históricas sobre el comienzo de este deporte. Incluso en América se sabe que tuvo orígenes rituales. Entre antiguos aborígenes, fue un juego a muerte. Al capitán de los jugadores ganadores o perdedores- hay distintas versiones-, se le cortaba la cabeza. Es decir que el triunfo o la derrota, -según la interpretación- se pagaba con la vida. Quizás actualmente nos parece algo fuera de lugar. Sin embargo, sabemos que el capitán de un barco, muere con su nave- y sin ir más lejos, un director técnico actual de fútbol, después de sacar campeón al equipo, renunció a su cargo. La renuncia es también una forma de morir o de perder la cabeza, o de hundirse con el barco.
Me estoy refiriendo al caso de Diego Aguirre, el director técnico del equipo uruguayo Peñarol. Se va con la plenitud del triunfo, antes de que esa alegría se transforme en una tristeza sin límites.
Hay que reconocer en este deporte la antigua lucha entre el bien y el mal.
El bien para el equipo ganador, para los jugadores que se transforman en ídolos de multitudes, para los hinchas que celebran los triunfos. El mal para el que pierde, para los ídolos que dejan de serlo y para los hinchas que se convierten en energúmenos desenfrenados porque su equipo no rinde o no brinda la conquista ansiada desesperadamente.
Hoy es 11 de junio de 2010, comenzó el Mundial de fútbol. Uruguay empató con Francia en un partido que paralizó a todo el país. En Montevideo cesaron todos los ruidos, no había nadie en las calles, la gente se recluyó donde pudo para ver o al menos oír el partido. Hasta los más indiferentes quisieron saber cómo le iba a Uruguay. La pasión se adueñó de las calles desde muy temprano. En la rambla los jóvenes se paseaban envueltos en la bandera uruguaya y en muchos balcones se la veía ondear, acariciada por el pampero como en la marcha Mi Bandera.
Todo puede ocurrir por una pasión como ésta.
Veamos un poco qué nos cuenta Eduardo Galeano sobre “futbolerías”.
De paso, recomiendo uno de sus libros: “El fútbol a sol y sombra”.
Un libro que hizo lectores a muchos que no gustaban de la lectura.





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Puerta

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Enrique Medina