Yo sé que mis compañeras blogueras andan volando por cauces más cibernéticos, pero el mío está-por ahora- más terrestre.
Ocurre que hace unos días, andaba-como suele decir Galeano- sin música en el alma. Y cuando estoy así, lo mismo que a él, no me sale nada bien. Se me pierden las llaves, se me marchitan las flores y se me quema la comida.
Con el tiempo, una ha desarrollado estrategias para salir adelante en estos avatares: si hay dinero suficiente: salir de compras, si no hay, mirar vidrieras con la “ñata contra el vidrio”. Otra solución es ir al cine-entre semana es más barato- y luego traerse para casa un pecado mortal en forma de Massini. (El Massini es un postre catalán con mucha crema chantilly –un delicioso atentado violento al pudor de la gordura-)
Opté por la última solución con el Massini para la vuelta incluido. El problema que me quitó la música del alma no lo solucioné, pero volví a mi casa tarareando las canciones de “Miss Tacuarembó”.
La película fue justamente lo que necesitaba. Está basada en una novela homónima del autor uruguayo Dany Umpi. No la leí, pero quedé en la lista de espera de la biblioteca.
El argumento se centra en la ilusión que tiene una niña de llegar a ser Miss Tacuarembó. El sueño de ser Miss “algo”, cabe en más de una cabecita. En la adolescencia suele ser común tener ese tipo de esperanzas, como llegar a ser una actriz famosa, o una cantante ídem y que nuestro acompañante sea el actor de moda, un rubio espectacular de ojos azules. Podría ser Brad Pitt, por ejemplo. Pero al crecer, esos sueños se abandonan por aspectos más reales como concluir algún estudio que nos permita acceder a un puesto de trabajo. No todo el mundo puede lograrlo ni en este país ni en otros. Nunca es fácil la inserción laboral, sobre todo en esta época en que se requieren cada vez más conocimientos. Dentro de la fantasía de esa cabecita infantil, hay, además, una fe religiosa que se pone constantemente a prueba. La niña “habla” con Cristo y tiene un trato bastante desenfadado con el hijo de Dios. Hay además, un amiguito que baila y hace coreografías con la niña y que resuelve, a su modo, en lucha con la sociedad, -como obviamente ocurre casi siempre- su orientación sexual.
Ayer fui a ver otra película: “El cuarto de Leo”. La dirección y el guión son de un director “primerizo” en largometrajes pero con muy buenos cortos en su haber: Enrique Buchichio. La música que fue compuesta por Sebastian Kramer, constituye un aporte importantísimo al filme y es toda una belleza. (No sé si se nota que me encantó.) Ya se sabe que una película con buena música, buen argumento y buena actuación nos hace salir distintos, como cuando leemos un buen libro del cual nos cuesta “despegarnos” para volver a la realidad circundante.
En este caso, los espectadores entramos al “cuarto de Leo” para verlo debatirse entre lo que la sociedad espera de él, y sus propios sentimientos e inclinaciones.
Es el drama de la orientación sexual en un mundo hipócrita que segrega a los “distintos”, que los condena a ocultarse de los demás, y-por eso- a pautar citas clandestinas para tener lo que se quiere tener. Es una película recomendable para ver, leer y pensar. Como dice el personaje:
¿Nunca te pasó que no sabés que hacer? ¿Qué no sabés para dónde agarrar?
Vayan a ver las películas y después me cuentan.
Aquí un pequeño adelanto de Miss Tacuarembó
Aquí el otro adelanto El cuarto de Leo
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