viernes, 30 de julio de 2010

¿Nuevos en humanidad?


Entre las maravillosas posibilidades de compartir el blog con estas dos inteligentes mujeres, está la de ser amablemente obligada a investigar, a actualizarme, a buscar nuevas e interesantes lecturas. Les cuento de la última invitación, se trata de la lectura de “Inteligencia colectiva, por una antropología del ciberespacio” de Pierre Lévy (2004). De la que me han surgido algunas interesantes contradicciones.
La primera surge al comprobar que estamos volviendo a una cultura del nomadismo. Cuando suponíamos que esa cultura ha sido superada o al menos casi superada en el planeta, desde que las sociedades fueron entrado en el sedentarismo propio de la vida en sociedad y de la creación de pueblos y ciudades, de la necesidad de profesiones y trabajos que tienden más a la quietud que al movimiento; tanto es así, que ocupa mucho espacio el tema de los peligros del sedentarismo en la salud, por ejemplo.
Aquí aparece una segunda contradicción, ya que al hablar de nomadismo no se habla de estar en viajes de un lugar a otro, sino de estas nuevas posibilidades de realizar viajes sin movernos del lugar. Tiene que ver con los cambios rápidos y continuos de los espacios científicos, técnicos, profesionales y mentales. Mientras permanecemos inmóviles el entorno se mueve, avanza, se transforma. Un viejo dicho asegura que al detenerse en realidad se comienza a retroceder. También se cumple en estos aspectos. Ya que no es posible pensar en un mundo cambiante que no reclame cambios en nosotros. Al menos, como afirma Lévy “alguna adaptación racional y óptima”.
Por supuesto, que el hecho de que nos enfrentamos a cambios que no son exclusivamente culturales, como lo han sido históricamente, sino a un cambio de “humanidad” en la que todo es originario, iniciático, nuevo, causa temor o en todo caso, muchas prevenciones.
Los avances de la ciencia, la biología, la tecnología están produciendo cambios que nos obligan a un replanteo de nuestra relación con el propio cuerpo, con la naturaleza y con el ambiente de trabajo, entre otros.
Tal el caso de la nanotecnología en lo referido a las computadoras -- desde 2007 más allá de la era del silicio--, a los teléfonos celulares, a la oficina inteligente, al “lab-on-chip” para medicina remota, a memorias magnéticas, a nanocódigos de barra y etiquetas inteligentes, a acelerómetros para “air-bags”, etc. Este es uno de lo mucho ejemplos que podríamos enumerar.
Surge aquí otra contradicción al pensar que, contrariamente a lo sucedido en el surgimiento de aquella primera hominización, hoy podemos ser partícipes e incluso organizadores de esta nueva humanidad. Ya que el espacio que se está creando es el de la aplicación de una nueva forma de pensamiento apoyada en la inteligencia colectiva. De allí que, el espacio del nuevo nomadismo sea el del conocimiento, del saber, “de potencias de pensamiento en cuyo seno nacen y se transforman cualidades del ser, maneras de actuar en sociedad” según el citado autor.
De todo esto me surge la pregunta que inicia esta intervención y que nuevamente me lleva a otros contradictorios cuestionamientos: ¿Una nueva humanidad significa ser mejores seres humanos? ¿Si no trabajamos sobre las actuales inequidades en la formación y en el conocimiento cómo y en quiénes se implementarán estos avances? ¿Dará lugar a mayores distancias entre las sociedades desarrolladas con las que están en desarrollo? ¿Disminuirán las diferencias?
Más sobre nanotecnologías y sus posibilidades en:

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Enrique Medina